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El Fénix que no volvió a los cielos


El Fénix que no volvió a los cielos

El habitante más común del cielo madrileño –con permiso de palomas y, en breve, de cotorras– es, sin duda, el Fénix, esa mítica ave de plumaje rojo que renace de sus propias cenizas cada 500 años. En Madrid, hasta diez de ellas anidan en nueve edificios, a veces solas; otras, cabalgadas por un adolescente. Pero hay una que no destaca, apenas se la ve, porque perdió su privilegiado puesto en el Olimpo madrileño para acabar desterrada –casi a ras de asfalto– en los jardines del 33 del Paseo de la Castellana.

Y para mayor escarnio, este Fénix, es el original, el primigenio que coronó –tras la fusión de aseguradora La Unión con El Fénix Español– la sede principal de La Unión y el Fénix, inaugurada en 1911 en la confluencia de Alcalá con Caballero de Gracia. La escultura, seis metros de altura y 1.500 kilos de bronce del escultor francés Saint-Marceau, aúna el mito del ave Fénix con la leyenda del rapto de Ganimedes por Zeus. Sentando al joven troyano, brazo en alto, sobre el pájaro rojo, en lugar del águila original, artista y patrocinadores buscaron trasmitir “la idea de juventud” y “promesa de futuro” de la nueva compañía.

Y así, Ganimedes y Fénix, desde su privilegiado Olimpo –estilo “pompier”–, vigilaron a su colega Cibeles hasta 1977, cuando Metrópolis, otra compañía de seguros, tras adquirir el edificio les sustituyó por la, ahora multifotografiada, Victoria Alada.

Ya en el suelo, convivieron unas horas con su sustituta, en la acera de la Gran Vía, antes de ser ‘almacenados’ en un solar contiguo al Hotel Fénix, junto a Colón, a la espera de regresar a los cielos sobre el negro edificio, gigantesco pedestal, que les ideó Luis Gutierrez Soto como morada y nueva sede de la compañía. Pero por designio divino o humana decisión, su privilegiado puesto lo ocupó un sosias, obra del escultor Julián Lozano Serrano. Pájaro y joven tuvieron que conformarse con presidir un somero estanque, entre el arbolado primitivo del jardín del desaparecido palacio de Montellano.

Hoy, allí siguen ‘protegidos’ por una valla sobre el zócalo de granito –original del palacete ducal– que les guarda celosamente de turistas curiosos o aficionados fotógrafos. Pero ni siquiera está en casa porque, desde 1996, jardín y edificio son propiedad de una aseguradora rival, la Mutua Madrileña.

El resto de sus hermanos han tenido más suerte y –solos o con Ganimedes– siguen en los altos o casi de ocho de los edificios que fueron de la aseguradora La Unión y el Fénix Español, excepto uno que debe ser pariente lejano y vigila desde la entrada de un panteón en la Sacramental de San Isidro.

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