La paz de Tierno
En la plaza del Carmen, justo frente al hoy malogrado edificio de los Cines Madrid, un gran arco iris –aunque ya descolorido– nos colorea la vista desde el enorme lienzo de un muro ciego. Sus tonalidades y la proximidad con Chueca te harán oír: "mira, un mural del colectivo LGBT", porque pocos saben que este arco iris nada tiene que ver con el símbolo –hoy globalizado– que a finales de los años 70 diseñaron, en California, como enseña del orgullo gay.
Eran aún años de Guerra Fría –al Muro de Berlín todavía le quedaban 11 años– y desde la ONU se lanzó una iniciativa, la Semana del Desarme, para que Jimmy Carter y Leonid Brezhnev detuvieran la espiral armamentística de Estados Unidos y la URSS, que muchos temían que acabara en un conflicto nuclear.
Cuatro años más tarde, en España, Madrid, Barcelona y Zaragoza tomaron el testigo de la iniciativa y, a finales de noviembre, ayuntamientos y organizaciones pacifistas reivindicaros el derecho a un mundo sin armas.
En la capital, el entonces alcalde, Enrique Tierno Galván, incluyo, como colofón, la realización de un mural de grandes proporciones, monumento a la paz y “pizarra” para que madrileños o foráneos expresaran pacíficas ideas y antimilitaristas deseos. Para ello, se eligió el muro medianero, de más de 360 metros cuadrados, entre las calles Salud y Tres Cruces.
El mural, con el diseño de la sección de patrimonio histórico-artístico del Ayuntamiento, fue realizado por el artista Ramón Polo y representa un arco iris –entonces símbolo de la paz–, alzado sobre las siluetas de varios edificios madrileños y enmarcando la frase del alcalde Tierno Galván: “La paz no se consigue sin esfuerzo, si quieres la paz, trabaja por la paz”. Al pie el logotipo –un hombre rompiendo armas– y la leyenda “Muro de la Paz. Semana del desarme 1.982. Comité de Acción para la Paz y el desarme” sobre un fondo negro completaban el conjunto.
Se eligió para levantar el telón –metafórico– un 6 de diciembre, Día de la Constitución, porque, como sentenció el alcalde Tierno, “esta conmemoración está otorgada para preservar la paz de los españoles”. Enseguida, anónimos ciudadanos demandaban “la paz al poder” o poetizaban con “la paz es muy hermosa”, y el muro se fue cubriendo de esperanzas, opiniones, impaciencias o reivindicaciones.
Hoy, casi 34 años después, el logo y el texto, que databa la iniciativa, han ido perdiendo terreno frente al cemento, nadie escribe sus anhelos en la pizarra –salvo algún pintamonas con ínfulas de grafitero–, las siluetas ya parecen entre brumas londinenses, a Tierno pocos le recuerdan, la frase muchos no la entiende y al colorido arco iris –deudor del movimiento pacifista italiano “pace di tuta i balconi”– le ha crecido un gorro publicitario. Y de la paz ¿qué ha sido? Como dice un proverbio chino: “el árbol quiere la paz, pero el viento no se la concede”.