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Animal en el que fue un asilo diplomático


Animal en el que fue un asilo diplomático

Paseando por una calle de nombre tan cambiante ­–Buenos Aires, en su origen; Abascal, después; José Abascal, por si había dudas; General Sanjurjo, por... ya sabéis, y otra vez José Abascal– vas y te encuentras, en todo lo alto de un hotel de lujo, a uno de los teleñecos cual versión en piedra de un arcimboldo primitivo.

Sí, porque allí arriba, a modo de gárgola bajo las pétreas barandas de la terraza, está Animal, ese batería peludo, primitivo y salvaje, que debutó en 1975 en el genial ‘The Muppets Show’ –‘Los Teleñecos’, para nosotros– de Jim Henson. Hasta nueve veces lo encuentras en este bello edificio, de trazas neobarrocas, obra del bilbaíno Manuel Ignacio Galíndez Zabala, construido a últimos de los años 20.

Edificado sobre el solar del actual número 47, antiguo 27, ahora es un hotel NH, –habitual parada y fonda de equipos de fútbol camino del Bernabéu como visitantes– pero no siempre fue así. Concebido como edificio de pisos de alquiler, era hogar de numerosas familias de la alta sociedad –la del embajador noruego, entre otras–, orgullosas de vivir en un inmueble con una fachada de reconocida belleza por sus detalles ornamentales.

En esto llegó el aciago 1936. Y Noruega, que no tenía embajada en Madrid, ni siquiera cónsul, puso al frente de su representación diplomática a Félix Schlayer, –un alemán que no hablaba ni una palabra de noruego ni pertenecía a la carrera diplomática– como encargado de negocios ad interim de la legación del reino nórdico.

Y en ese Madrid convulso, de checas y paseos al amanecer, este diplomático ‘aficionado’, –cual antecedente de Oskar Schindler o Ángel Sanz-Briz–, decidió dar, en el piso, desinteresado asilo diplomático a una familia vecina amenazada por las “bandas incontroladas que actuaban a su albedrío”.

Pocas semanas después el número de acogidos fue aumentando hasta convertir el edificio completo en lo que propio Schlayer denominó el “Gross Asyl Noruega” –el “Gran refugio de Noruega” –, que dio asilo a más de 2.000 personas, llegando a acoger hasta 900 en los momentos más álgidos. Allí convivieron –buscando salvar sus vidas– personas de toda clase y condición, aristócratas o ex ministros y empleados domésticos, sacerdotes y profesionales liberales ateos, monárquicos y republicanos, obreros y empresarios, militares y hombres de letras.

A mediados de 1937, Schlayer se vio obligado a abandonar España, y aunque la gran mayoría de los asilados –en un goteo continuo– fueron evacuados, algunos tuvieron que permanecer en el edificio hasta el final del conflicto civil.

Hoy poco, y apenas nadie, queda de aquellos tristes años para recordar esta historia de generosa humanidad. Tal vez sólo Animal. También silencioso, e hierático en su atalaya, sin sus queridas baquetas. Pero hay quien dice –achispados noctámbulos casi siempre– que algunas noches han oído surgir de las alturas un grito gutural que exige: "¡drums! ¡drums!"

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