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¿Boccherini? En la otra acera


Lapida de Boccherini en Jesús y María

A buen seguro que, si paseando por Sol, preguntas por quién fue Boccherini, la mayoría se encogerá de hombros con cara de póker, alguno contestará que un “mediapunta zurdo del Calcio”, estará el gracioso que hará el chiste de “¿un familiar de Anchoini?” y, con suerte, alguien responda que “un extraordinario músico”. Y para ser un perfecto casi desconocido, este italiano tiene en Madrid una lápida, una placa conmemorativa, un busto, otra lápida recordando su obra y hasta una glorieta con su nombre. Porque Luigi Boccherini –o Boquerini, como figura en los documentos de la casa de Osuna, de la que fue director de orquesta– fue/es un genio de la música y el compositor italiano más grande de su época.

Nacido en la ciudad toscana de Lucca, en 1740, llegó a Madrid en 1769 y aquí murió treinta y seis años más tarde. En estas casi cuatro décadas le dio tiempo a ser el violoncelista y compositor de la capilla real del infante Luis Antonio de Borbón –con el que no terminó demasiado bien–, compositor de la Corte de Federico Guillermo II de Prusia, compositor y director de la cámara de María Josefa Pimentel, duquesa de Osuna y condesa de Benavente, y, como a otros muchos, a morir olvidado y –leyenda negra– en la pobreza. Para sus mecenas compuso centenares de obras de cámara, además de su famosa "Música nocturna de las calles de Madrid" o la zarzuela "Clementina", sobre un texto de Ramón de la Cruz.

Muchos años después –151– le llegó uno de esos tardíos reconocimientos en forma de placa, que le sigue recordando, en el número 5 de la calle Ave María. “En esta casa vivió y murió / Luigi Boccherini / Músico insigne/ Aquí compuso admirables obras / de raíz italiana y ambiente madrileño. / En el CL aniversario de su muerte 1805-1955 / Lucca y Madrid, / fraternalmente unidas / le ofrecen este recuerdo” reza el mármol, aunque sea sólo caliza. El descubrimiento se hizo con todas las alharacas. Misa previa, música del homenajeado, palabras del alcalde, del embajador de Italia y de un familiar, en presencia de una Alteza Real, los embajadores de Haití, Nicaragua, el Líbano, Costa Rica y Guatemala –que no se que pintaban realmente allí–, autoridades diversas así como numerosos músicos y el público habitual. Para terminar, himnos a cargo de la Banda Municipal… aplausos y cada uno a su casa o palacio.

Y nadie cayó en que ya corría el año 1956, que el genial toscano había muerto en 1805 y que entre ambas fechas, en 1834, José Vizcaíno, marqués viudo de Pontejos, había reordenado todo el callejero madrileño, organizando su numeración –con el rótulo de cada calle en los extremos– colocando pares a la derecha y nones a la izquierda. Por lo que el antiguo 5 estaría en la acera contraria, en la casa que es, con toda probabilidad, la que hoy corresponde al número 6.

Paseante que transitas Madrid, si un día te adentras por Embajadores y, al inicio de la calle Jesús y María, preguntas a algún vecino dónde vivió Boccherini, probablemente él te contestará: “¿Boccherini? En la otra acera”.

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