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Ni Ícaro ni Ángel Caído


Pocos se aperciben de, tal vez, la penúltima ‘adquisición’ hasta hoy de las azoteas madrileñas. Y eso que no es pequeña. Son los más de dos metros y 300 kilos de bronce con pátina de cobre, de un hombre alado boca abajo y desnudo, que parece haber chocado con el edificio, con la cabeza doblada hacía atrás y las piernas torcidas por fracturas, consecuencia del brutal impacto.

Es, según los paseantes, un Ícaro o un Ángel Caído, situado en lo alto del edificio de la calle Milaneses 3, muy cerca del Mercado de San Miguel, donde lleva estrellado desde enero de 2005. Pero ni estatua luciferina ni homenaje al hijo de Dédalo, es sencillamente el ‘Accidente aéreo’ de un “aviador distraído”, explicó su autor, Miguel Ángel Ruiz, en el diario El País en 2007. Y este escultor madrileño cuenta el porqué de esa distracción: “hace 10.000 años, un hombre alado sale a dar una vuelta, y al volver, volando tranquilamente de espaldas, mientras toma el sol, no se percata de que, en el prado que aterriza siempre, ha crecido toda una ciudad”.

El delicado equilibrio de este ‘Accidente aéreo’ suele pasar inadvertido a la gran mayoría de los turistas y viandantes que aglomeran la zona y solo unos pocos reparan en su existencia, pese a la destacada situación en una bella cornisa de un grupo de viviendas de inicios del siglo XX. Ahora el clasicismo del arcaico piloto complementa y contrasta con esta obra del arquitecto Joaquín de la Concha, prolífico representante del lenguaje modernista en edificios de calles como Fuencarral, Santiago, Atocha, Prado, Alberto Bosch o Luchana.

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