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Tuneando un cisne falangista


Si, por algún motivo que se me escapa, tuvieras que volver por el edificio del Rectorado de la Universidad Complutense, puede que te sorprenda, por heterodoxo, el gigantesco escudo que preside su fachada. Y es que este poco fiel blasón al universitario oficial es la forzada adaptación –una suerte de tuneo– del que presidía el edificio cuando era el Colegio Mayor Jose Antonio. El actual Rectorado –en la avenida de Séneca, 2– se alza sobre el solar en el que, tras la guerra civil, debía reconstruirse el Instituto de Higiene de Alfonso XIII. Pero los jerarcas del régimen debieron pensar que mejor educación (controlada, eso sí) que salud. Y aquél fue el lugar elegido para levantar el Colegio Mayor José Antonio, sede de la representación del poder político en la Ciudad Universitaria: el Sindicato Español Universitario, única organización estudiantil legal. Apoyándose en un proyecto anterior, los arquitectos José Luis Arrese y José Manuel Bringas diseñaron un edificio que intenta reproducir la arquitectura escurialense de los Austrias, recuperando materiales y diseños de la época del Imperio, en lo que se denominó "historicismo herreriano" por los estudiosos de la materia. Cuando en 1954, tras cuatro años de obras y doce millones de pesetas de la época, un domingo Franco inauguró –aprovechando que era Santo Tomás de Aquino– la que iba a ser Casa del SEU en la Ciudad Universitaria, el escudo sindical estudiantil sobrevolaba, gigantesco, en la fachada. Con su cisne –"el pato" le apodaron los colegiales– y su yugo y sus flechas daba la bienvenida a alumnos de claras simpatías falangistas que luego, curso a curso, fueron siendo reemplazados por universitarios de provincias de cualquier –o ningún– signo político. En sus habitaciones estudiaron y durmieron desde Gabriel Cisneros, Mario Camus, Claudio Rodríguez o Josep Meliá, hasta Ignacio Aldecoa, Manuel Ortuño, Luis González Seara o Juan de Dios Román, entre otros muchos. Y con el cambio de inquilinos, las actividades ‘políticas’ fueron decayendo, quedando en sus últimos años, casi limitadas a incruentos enfrentamientos con los estudiantes hispanoamericanos del aledaño Colegio Mayor Guadalupe, en los que los proyectiles eran globos llenos de agua o colorante y las provocaciones, intercambio de epítetos como "fachas" y "fascistas" o "tupamaros" e "indios", respectivamente. En 1980, sus últimos 114 colegiales abandonaron el edificio tras varios meses de resistencia pacífica y judicial a la decisión de desahucio del rector Ángel Vián, decidido a disponer de una nueva y flamante sede para el Rectorado.

Pero en esta reinauguración, al "pato" del SEU, cuellicorto respecto al oficial complutense, lo habían encerrado en "una suerte de cinta de plata"; al yugo y las flechas –burdamente eliminadas, porque todavía hoy se intuyen– las sustituye una corona; se añade el roel con el lema “Libertas Perfundet Omnia Luce” –ahusado cual pastilla de viagra genérico–; el cordón de orlado no es de su talla, por lo que las borlas le aprietan la cola... Y es que, a veces, tunear un cisne falangista tiene sus cosas.

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