top of page

La mitad ‘tapada’ de una obra maestra


En su momento era la obra más ambiciosa por tamaño y concepción en su disciplina artística, la azulejería decorativa. Son los dos murales cerámicos que los Zuloaga crearon para la Escuela de Minas. Hoy, por culpa de verjas, árboles y casetas prefabricadas, la mitad de esta obra maestra, la de la fachada este, se ha ‘tapado’ casi completamente para los que transitan por la calle Ríos Rosas.

Cuando, en 1862, el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco proyectó lo que sería la Escuela de Minas, concibió un edificio de planta rectangular y dos alturas, con las alas laterales dedicadas a biblioteca y museo, cegando la parte central de las fachadas este y oeste para apoyar, en sus muros ocluidos, los armarios expositores. Así pudo incluir en la decoración del edificio la cerámica española de la que era un decidido partidario. Y para un proyecto de esa envergadura contrató a los, para él, mejores. A los hermanos Zuloaga, Guillermo, Germán y Daniel.

El proyecto no era pequeño, dos murales de casi 70 metros cuadrados cada uno en los que los Zuloaga iban a consagrase como innovadores con un nuevo estilo de decoración cerámica, que podríamos llamar pictoralista, y en los que iban a utilizar la técnica de esmalte sobre piedra, inventada por Guillermo. Pese a ser ambos parejos –encuadrados en marcos dobles de azulejos formando grecas–, cada uno tienes su propias singularidades.

En el más visto, conocido y fotografiado –en la fachada oeste, junto a la calle Alenza– plasmaron alegorías sobre los diversos procedimientos de extracción del mineral, la metalurgia, la paleontología, las aguas minerales y sus aplicaciones y la fabricación de maquinaria, de objetos artísticos y de armas. Basándose en un cartón del escultor Vicente Oms, realizaron una obra detallada y colorista con más de 3.450 azulejos de pequeño tamaño.

El otro, el de la fachada oriental, el casi desconocido, enfrentado además por el edificio del Instituto Geológico y Minero de España, nace de un cartón del pintor Manuel Domínguez. En la composición –ésta de tan ‘sólo’ 1.400 piezas, pero de mayor tamaño que en el opuesto–, los Zuloaga representaron el transporte de minerales y alegorías de las ciencias naturales, químicas y físicas, especialmente la mineralogía, retratando a alguna de sus figuras destacadas como López Saavedra o Fausto d’Elhúyar. Curiosamente, este mural sí está firmado. En su esquina inferior izquierda reivindicaron “D. y G. Zuloaga. Madrid 1892”, sin saber que acabarían ‘tapados’.

El edificio que hoy conocemos poco tiene que ver con el proyecto original de Velázquez Bosco porque sólo los murales, junto al pórtico de entrada, eran los elementos ornamentales con que contaba la escuela cuando se inauguró en 1893. Los llamativos torreones actuales, protegidos por excepcionales esculturas de mineros, esfinges aladas y grifos, se añadieron a comienzos del siglo XX. Y esas espantosas casetas prefabricadas, que nunca debieron levantarse, se plantaron en… ¿ahora ya, qué más da?

Entradas anteriores

Etiquetas

bottom of page