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San Isidro tras las rejas


Preguntados diferentes madrileños quién es la Patrona de la capital, descubro que hay discrepancias entre la Virgen de la Almudena, más antigua; la de la Paloma, más castiza, y la de Atocha, más monárquica. Pero si hubiese inquirido por el Patrón, a buen seguro, que todos –tal vez alguno de la LOGSE tendría dudas– responderían que San Isidro, aquel agricultor, marido y padre de también santos.

Porque la vida, milagros, familia y fiestas de este santo –que nació musulmán cuando Madrid aún era Mayrit– están representadas en decenas de estatuas, iglesias, ermitas, edificios, pozos, fuentes, placas, relieves o calles de Madrid y alrededores.

La geografía de San Isidro es muy variada y popular, pero hay una estatua, apenas conocida, que mora tras las rejas en un edificio oficial, desde hace casi sesenta años. Es la que ornamenta el patio central de la futura sede de AESA –la controvertida Agencia Estatal de Seguridad Aérea– en Castellana 112.

El edificio ha sido sede de la Dirección General de Arquitectura, Vivienda y Suelo, del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA) y, originalmente, de la Dirección General de Colonización. En 1953, este ente público, dependiente del Ministerio de Agricultura, convocó un concurso nacional para realizar una estatua de San Isidro Labrador –patrono de agricultores y madrileños– que debía decorar el patio de su nueva sede ­–proyectada por el arquitecto José Tamés Alarcón– en la, entonces, avenida del Generalísimo.

A la “generosa convocatoria”, según la prensa de la época, se presentaron 32 artistas. El ganador fue el escultor granadino Antonio Cano Correa, que terminó a justo a tiempo para que su San Isidro se erigiera para la inauguración del edificio, en 1956. Y sobre un sencillo pedestal cúbico, en el patio con vistas desde el vestíbulo pero él mirando hacia la entrada de coches de la calle Joaquín Costa, colocaron los casi tres metros de patrono en piedra caliza rosa de Sepúlveda.

Poco tiene que ver con la representación del San Isidro que todos conocemos. Aquí, Antonio Cano le imagina con la cabeza “pequeña e inclinada” y “mirando hacia el cielo, en actitud contemplativa, característica de la vida mística del patrón de Madrid”, nos cuenta Mari Carmen Cano en su tesis doctoral.

Hay esculturas de San Isidro en puentes –la más antigua–, altares, hornacinas –con la familia–, museos, jardines –durmiente– e, incluso, en el Ayuntamiento –una reproducción–, pero una, sólo una, la de la fotografía, está tras las rejas.

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