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El último 'Muelle', o casi


El 'Muelle' de la calle de Montera

Si hablamos de Juan Carlos Argüello poca gente sabrá quién es, pero si decimos "Muelle..." Pues… casi tampoco, salvo que ya estés alrededor de los 50 o más. Pero con esa firma, en la década de los 80, Juan Carlos tatuó hasta la extenuación los muros de la ciudad, cuando el todoadmirado Banksy todavía llevaba pantalones cortos. Hoy, tres décadas después, en Madrid ya sólo queda un “Muelle”, o casi.

Pocos artistas hay más castizos que Juan Carlos Argüello, músico y pionero del graffiti autóctono, cuya rúbrica nació del muelle gigante con el que tuneó su bicicleta en el colegio de Campamento al que iba de niño. Y cuando La Movida explotó, llenando Madrid de música, arte, cómic y cultura alternativa, Argüello empezó a reproducir, con rotulador, en las paredes del barrio su tag: Muelle, esa palabra subrayada por el dibujo de un muelle acabado en una flecha, y una letra R enmarcada en un círculo, a modo de copyright.

Poco a poco, la firma de un desconocido fue ganando colores, sombras, relieves e imitadores, hasta que un sereno le puso rostro al pillarle in fraganti tratando de dejar su muelle en la recién inaugurada estatua del Oso y el Madroño, en la Puerta del Sol. 2.500 pesetas de multa le costaron el intento y su salto a los medios de comunicación. Luego, tras más de medio millón de tags hasta su última obra importante, ya borrada, un Muelle a seis colores en la M-30, lo dejó al considerar que su “mensaje estaba ya agotado”. Había renunciado a seguir pintando su nombre por las paredes, pero su tag, ya había sido la inspiración para muchísimos jóvenes ‘flecheros’ que continuaron su estela en unos años en que el graffiti autóctono madrileño tuvo su época dorada.

Ahora, ese último Muelle, que duerme/muere en la fachada lateral de un inmueble vacío en el número 30 de la céntrica Montera, sobrevive aspirando a ser declarado como Bien de Interés Cultural. Deteriorado por la meteorología y la contaminación durante casi tres décadas, y cubierto con una malla desde hace años, todavía se atisba rojo y desafiante para sorpresa de algún guiri, indiferencia de prostitutas y cazadores de los ‘compro oro’ y nostalgia de los supervivientes, ya casi añosos, de la movida.

Y sólo queda este Muelle, o casi, porque hay otro, el que guarda el Círculo de Bellas Artes, un mural que Argüello realizó como decoración de un escenario de 12x4 metros para una de las populares fiestas de Carnaval del Centro. Cien mil pesetas de las de 1992 cobró por ello este visionario de los sprays un año antes de retirarse y tres de convertirse en uno de los mitos de La Movida Madrileña. Juan Carlos Argüello murió en 1995, con sólo 29 años, de un cáncer hepático.

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