El desconocido de la Gran Vía, y eso que es grande
Es el más grande de la Gran Vía. Más que grande, enorme. Y además el más desconocido de todos los que habitan las decenas de áticos que se asoman a los más de 1.300 metros de esta avenida. Es la colosal estatua que corona el número 16 de la antigua avenida de Eduardo Dato, hoy el 60 de la Gran Vía.
Poco se sabe de esta obra del escultor palentino Victorio Macho que remata, desde su inauguración en 1932, la que fue la “Casa social del Banco Hispano de Edificación”, sustituyendo al grupo escultórico de tres figuras sobre un reloj del proyecto original en plano, del arquitecto Emilio Ortiz de Villajos. Los estragos de la Guerra Civil obligaron pocos años después a una imprescindible reconstrucción del edificio, acometida por el también arquitecto Casto Fernández-Shaw, quien sustituyó toda la decoración neobarroca original de la fachada salvo la escultura de Macho.
Con más de 7,6 metros de altura y realizada en bronce, representa a un hombre desnudo con una capa blanca de ribetes ajedrezados que sujeta sobre su cabeza un pequeño templete. Por no conocerse, hasta se desconoce su nombre. Fue bautizado ‘el Romano’ en la prensa de la posguerra, pero lo han llamado ‘el Coloso’, ‘el Etrusco’, ‘el Negro’ –por su bronce oscurecido y el cabello ensortijado– ‘el Atlante’, ‘el Gigante’, incluso “esa estatua helenística” en algún periódico actual...
Casi 85 años lleva presidiendo el edificio la monumental figura y a buen seguro que pocos de los que transitan por la Gran Vía sabrían ubicarla o simplemente reconocerla, porque su percepción es complicada por la altura del inmueble que la aposenta. Sin embargo, esa es la ventaja que permite atisbar su alba capa desde algunas calles del barrio de Malasaña.
Pero, porqué Victorio Macho se decidió por realizar tan original y monumental obra para un lugar casi imperceptible. En esto tampoco existe certeza del motivo. La versión más prosaica mantiene que es una alegoría del trabajo y del ahorro, con clara referencia al banco propietario por la construcción que sujeta el coloso en sus manos. Pero otros, más románticos, aseguran que el escultor de la ribera del Tajo ideó un homenaje particular a la luz de la primavera en Madrid, porque el 21 de marzo –dicen– el último rayo de sol sobre la Gran Vía atraviesa el templete que el gigante eleva sobre su cabeza.