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La farola republicana que alumbra el Palacio Real


El Palacio Real siempre sorprende. Bien por sus detalles únicos –los emperadores americanos de la Plaza de la Armería, el ascensor del Rey o el Comedor de Gala–, bien por sus historias y leyendas –los túneles y pasadizos secretos, el fantasma que escalaba las paredes o los 'heroicos' garbanzos–, pero que se alumbre con una farola republicana es más que una sorpresa, es casi un oxímoron.

Porque seguro que Florentino Areneros, del Grupo de Estudios del Frente de Madrid, uno de últimos lugares donde esperaba descubrirnos un símbolo de la II República era en el Palacio Real. Y sin embargo 76 años después de finalizada la Guerra Civil una solitaria farola, de estilo fernandino, rematada con la corona mural almenada continúa alumbrado la esquina norte de Palacio que asoma a la calle Bailén.

En un país cainita como el nuestro, los que ostentan/detentan el gobierno convierten en uno de sus primeros anhelos la desaparición de los símbolos de su predecesor ya sean bandera, escudo, himno, estatua o nomenclátor. Y así fue también, en 1931, con el nuevo gobierno republicano, quien sustituyó el escudo de la Restauración borbónica por “el que figura en el reverso de las monedas de cinco pesetas acuñadas por el Gobierno provisional en 1869 y 1870”. Y allá que se fueron la corona real y las flores de lis de los Borbones e, incluso, desapareció la pequeña corona del león rampante de León.

Y el nuevo escudo se timbró con una corona mural, una corona de oro con forma de muralla con torreones intercalados que en la República de Roma se otorgaba como premio a algunos soldados. Y poco a poco, fachadas oficiales, banderas militares, escudos municipales y mobiliario urbano, incluidas las pedestres farolas, se cubrieron con muros almenados

Cuatro años más tarde, nuevo régimen y vuelta a las sustituciones que han continuado casi ininterrumpidas hasta hoy, aunque el descuido, la ignorancia, la desidia o el coste­ nos hayan dejado algunos –puede que pocos– recuerdos de nuestra historia.

Y entre ellos, esta pequeña y frágil farola que ha sobrevivido a aquellos tres años guerra, a los cuarenta de franquismo –con sus innumerables manifestaciones "de exaltación patria" en la misma plaza de Oriente– y a casi otros cuarenta de democracia con monarquía parlamentaria.

Pero ella, aunque única, no es la última. Otras cuatro farolas tocadas con la corona almenada alumbran la entrada, en sus rezos vespertinos, a los devotos de una virgen marinera.

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