En la Plaza Mayor siempre hace buen tiempo
Que la Plaza Mayor es uno de los principales atractivos turísticos de Madrid, con uno de los mayores índices de guiris por metro cuadrado, lo sabe tanto el Spiderman fumador pasado de kilos como el remedo de Curro Romero en fulastrón que intentan ganarse la vida con las fotos de los turistas.
Y presidiéndola está la Casa de la Panadería, ese bonito edificio con soportales en su parte baja, diseñado por el arquitecto Juan Gómez de Mora, que acogió en su día la principal tahona de la Villa.
Pues si te colocas a la sombra de Felipe III, frente a la puerta principal, arriba, en las torres podrás ver dos antiguas esferas. En la izquierda, un bonito reloj de curiosa numeración, y en la derecha… ¡un barómetro! Sí, un barómetro aneroide, uno de esos instrumentos, hoy sustituidos por termómetros digitales, que nos dicen el tiempo que va a hacer midiendo el peso que ejerce la atmósfera que se encuentra por encima de nosotros por unidad de superficie, es decir la presión atmosférica.
Aunque el edificio fue inaugurado en 1619 –al igual que el resto de la plaza–, la instalación del ingenio meteorológico no se hizo hasta la segunda mitad del siglo XIX. Y desde no se recuerda cuándo, su aguja única marca siempre lo mismo: “Buen tiempo” y unos 723 milímetros de mercurio. Pero ello no se debe a que la presión atmosférica de la Plaza Mayor permanezca inmutable para deleite de turistas y dueños de las terrazas, –que ojalá–, sino a que el instrumento lleva años estropeado.
Pese a las reiteradas obras, remodelaciones y adecuaciones en el edificio –incluida la excelente repintada de fachada con personajes mitológicos, tradicionales e inventados por el artista Carlos Franco– la maquinaria de este antiguo barómetro permanece, como su aguja, invariablemente parada.